martes, 1 de marzo de 2011

La insoportable similitud del ser





       La historia de Arthur es una de las historias más curiosas que he llegado a leer. “Nunca olvidaré la frustración y la desesperación de la voz que hablaba al otro lado del teléfono” declara Ramachandran al empezar un nuevo capítulo. Y es que, los padres del sujeto a tratar, estaban trastornados, puesto que su hijo Arthur, tras un accidente de automóvil -sufriendo un fortísimo golpe en la cabeza-, dejó de reconocer a sus padres como legítimos, alegando que eran unos impostores, que sus verdaderos padres estaban pagando para que le cuidasen.


El joven Arthur:


     Curiosamente, los padres dijeron al doctor que cuando hablaban con él por teléfono no pensaba que fueran impostores, sólo decía que estaban mintiendo cuando estaba en frente de ellos. Un día, el padre de Arthur llamó al profesor para explicar la idea que había tenido: era simple, decirle a Arthur que él era el verdadero padre, y que el impostor se había largado a China. Este bulo duró sólo una semana, al cabo de unos días su actitud seguía siendo la misma, asegurando que el impostor regresó. Arthur padecía el síndrome de Capgras, uno de los más raros y singulares síndromes. La persona que lo padece siente que la gente más cercana a ella -padres, hijos, pareja- son impostores. Suelen enviarle los sujetos a los psiquiatras para que den una explicación freudiana del problema. La explicación freudiana, aunque ingeniosa, carece de validez, pues dice que los famosos síndromes de Edipo y Electra, están en estado latente, pero oprimido por la edad, y al tener el golpe en la cabeza pueden dispararse y emerger con fuerza, volviendo a sentir atracción sexual hacia sus progenitores. Como el paciente nota que siente atracción sexual y que no es lógica ya que se trata de sus padres, lo que hace su cerebro es recrear la realidad más razonable: esos no son los de verdad (Aclaro el déficit de veracidad: Ramachandran explica que una vez se encontró con un síndrome de Capgras, pero esta vez el problema del paciente iba dirigido hacia su perro).

Se intuía que había un problema con dos partes del cerebro: La que reconoce caras (el lóbulo temporal) y el que distribuye las emociones (el sistema límbico). El autor expone que habría de pasar algo con estas áreas: que no estuvieran conectadas. Le hicieron unas pruebas (como la prueba de la sudoración de manos al tratar con alguien que hiciera sentir alguna emoción al sujeto; la prueba de detección de caras por si había perdido tal facultad) para detectar la incógnita de todo lo ocurrido. Ramachandran manifiesta que el síndrome de Cotard es una modalidad exagerada del síndrome de Capgras, donde la persona que lo sufre esta completamente asegurado de que esta muerto, y que huele mal o que tiene gusanos por el cuerpo. De nuevo, el padre de Arthur le dió una idea al profesor Ramachandran, y era la de ponerle varias fotografías para ver si tenia la facultad de reconocer la dirección de la mirada. Sorprendentemente, Arthur fracasó estrepitosamente en intentar averiguar si una foto estaba mirandole a él o si su mirada estaba mirando hacia su lado, incluso decía que las dos fotos que le habían puesto eran de dos mujeres distintas (eran la misma mujer pero  que miraban a distintas direcciones). La respuesta era la mecánica de formación de recuerdos y la capacidad de crear representaciones duraderas de los rostros. Poco a poco diéronse cuenta de que tenía otras rarezas. Tenía una preocupación obsesiva por los judíos y los católicos (como el síndrome de Fregoli, en el que el paciente ve siempre a la misma persona en todas partes. Ramachandran cree que esto ocurre porque, en lugar de tener cortadas las conexiones entre las zonas antes citadas, sucede al revés: el paciente tiene un exceso de conexión). Con esta información, podemos aventurarnos a decir que el síndrome de Capgras da lugar a un racismo exacerbado. Una teoría interesante de Ramachandran es que sostiene que es posible que en algun momento desagradable con una persona de otra raza o costumbres establezca una conexión límbica que se generalice en tu cerebro, dando lugar a xenofobia y racismo.


Conclusión:

     La historia de este joven deja mucho conocimiento sobre el almacenamiento y recuperación de recuerdos en el cerebro humano. Su caso nos hace considerar cómo somos conscientes de nuestra identidad personal, del “yo” que recorre y completa nuestra propia biografía a lo largo de una vida.

El fantasma interior





Es curioso como la mente puede recrear fantasías a partir de una o varias áreas dañadas del cerebro. Una enfermera desarrolló un punto ciego en su campo de visión, por donde, por causas aparentemente desconocidas, veía personajes de historietas o caricaturas de sus conocidos. Una bibliotecaria sufrió una apoplejía, comenzó a reír sin poder parar un día entero, hasta que la muerte llamó a su puerta. Un psiquiatra diría sin dudar: “Estas personas están totalmente locas”, pero sin embargo, en sus otras facetas, son personas tan sagaces como otra cualquiera. Estos casos y otros más, generalmente se catalogan en la carpeta de curiosidades y ahí se quedan, sin tratar de sacar una respuesta metodológica del cerebro. El doctor Ramachandran, en éste libro, nos guiará y enseñará cómo ha cambiado la arquitectura del cerebro de esta gente, dándonos unas respuestas limpias a todas esas preguntas que nos abordan cuando nos cuentan cómo una persona puede decir que sigue teniendo brazo izquierdo si lo perdió en un accidente automovilístico. Ramachandran explica que, sacando a pacientes -de la clínica psiquiatra- con síntomas parecidos a los ya citados, y llevándolos a laboratorios, pueden explicarse los cambios conductuales y cerebrales de estos sujetos. El doctor explica que pueden proseguir donde Freud lo dejó, pudiendo llamar a este tiempo “la era de la epistemología experimental y de la neuropsiquiatría cognitiva”.
Estructura de una neurona:
                                          

        Hace falta conocer las distintas áreas cerebrales para poder entender con precisión de lo que se habla.  Si aumentamos con un microscopio a cualquier parte del encéfalo veremos que existen unas células nerviosas llamadas neuronas, las unidades básicas del sistema nervioso. Cada neurona tiene un “cuerpo central” y numerosas ramificaciones llamadas dendritas, que se conectan con otras neuronas mediante estos “brazos”. A su vez, tienen un axón primario para enviar información fuera de la célula. El proceso de intercambio de información entre neuronas se llama sinapsis. Es inmenso el número de estados cerebrales posibles si se tiene en cuenta que de un fragmento del cerebro del tamaño de un grano de arena hay unas cien mil neuronas, dos millones de axones y mil millones de sinapsis, todas en constante trabajo. El cerebro comienza en la parte superior de la médula espinal, es una región llamada médula oblonga, que conecta la médula espinal con el encéfalo y tiene el trabajo de controlar funciones vitales. La médula conecta con el puente de Varolio, que se encarga de los movimientos coordinados. Encima de todo esto se encuentran los dos hemisferios.  Estos dos hemisferios, a su vez, están divididos en cuatro partes o lóbulos -frontal, parietal, occipital y temporal-. Cada hemisferio controla los músculos del lado contrario del cuerpo. Estos están conectados por el cuerpo calloso, si se cortara, los dos hemisferios no podrían comunicarse entre sí dando problemas cognitivos. La parte exterior de cada hemisferio se llama corteza cerebral, es un manto de células formado por seis estratos. Justo en el centro del encéfalo está el tálamo. Toda la información sensorial pasa a través de ésta región antes de llegar a otras partes. Debajo del tálamo se alberga el hipotálamo, que interviene en las funciones metabólicas, la sexualidad, el miedo, etc.
                                                


Casos:

Caso 1: Un tipo, que en su adolescencia sufrió una epilepsia en el lóbulo temporal, afirma hablar con Dios y demás parafernalia religiosa.

Caso 2: Un atleta tuvo un accidente de moto y perdió su brazo, no obstante, él dice que aún sigue teniendo brazo y, si intentas hacerle algo a la “mano”, que le hace daño y lo siente.

Caso 3: Una enfermera desarrolló un gran punto ciego en su visión y, como si de película se tratara, ve personajes de historietas y caricaturas.

Caso 4: Una profesora sufrió una apoplejía paralizándole el lado izquierdo del cuerpo, pero insiste en que su brazo izquierdo, no está paralizado. Incluso afirma que ese brazo era de la propiedad de su hermano.

Caso 5:  Una bibliotecaria, tras sufrir otra apoplejía, comenzó a reírse sin poder controlarlo un día entero. Al siguiente murió.

Caso 6: Arthur, un joven que sufrió un accidente de coche, aseguraba que sus padres no eran realmente sus padres, sino unos impostores en lugar de sus progenitores.

Caso 7: Una mujer aparentemente normal como otra, sufre una “insurrección” de su brazo izquierdo, el cual tiene deseos de estrangular a su propietaria, la que tiene que luchar con el brazo cuerdo contra éste asesino.

Caso 8: Un paciente conocido como H.M. Padecía una epilepsia que no se era capaz de tratar, por lo que optaron por extirpar el hipocampo, por lo que las consecuencias fueron bastante malas. Tan malas como que el paciente no se acordaba de lo que le habían dicho hace un minuto.

Caso 9: Un señor que había sufrido una apoplejía tenia plena consciencia de todo lo que ocurría, pero tenía un problema al pedirle que hiciera pequeñas cuentas como sumar, restar, etc. aun sabiendo lo que era los conceptos matemáticos.

Conclusión:
       El profesor Ramachandran nos envía con estas materias al joven mundo de la neurociencia, donde queda mucho por descubrir y muchas sorprendentes historias. El doctor mantiene una actitud fisicalista sobre estos temas a tratar, dejando sin veracidad a psiquiatras al argumentar que llegan a inventarse teorías para que encajen con el problema del paciente.